«Fratelli tutti»… y amables

El capítulo VI de #FratelliTutti propone una audaz rehabilitación de la política para construir fraternidad. Ya he dicho que, con los capítulos segundo y séptimo, es uno de los más me ha caldeado el corazón.

Y, como de doctrina social de la Iglesia se trata, no puede dejar de hacer referencia a algunas virtudes fundamentales, sin las cuales no hay genuino desarrollo humano. Por supuesto, la virtud que campea en todo el discurso es la caridad (“virtud de todas las virtudes”, según la enseñanza clásica). Pero este capítulo termina hablando de una virtud en particular: la amabilidad. ¿Notable no?

Aquí abajo transcribo el nº 224 con el que termina concretamente este capítulo sobre “la mejor política”. Dice así:

“La amabilidad es una liberación de la crueldad que a veces penetra las relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los demás, de la urgencia distraída que ignora que los otros también tienen derecho a ser felices. Hoy no suele haber ni tiempo ni energías disponibles para detenerse a tratar bien a los demás, a decir “permiso”, “perdón”, “gracias”. Pero de vez en cuando aparece el milagro de una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia. Este esfuerzo, vivido cada día, es capaz de crear esa convivencia sana que vence las incomprensiones y previene los conflictos. El cultivo de la amabilidad no es un detalle menor ni una actitud superficial o burguesa. Puesto que supone valoración y respeto, cuando se hace cultura en una sociedad transfigura profundamente el estilo de vida, las relaciones sociales, el modo de debatir y de confrontar ideas. Facilita la búsqueda de consensos y abre caminos donde la exasperación destruye todos los puentes.”

No hace falta ver Borgen para darse cuenta de que esto es así. La cultura latina es especialmente proclive a este tipo de actitudes. En fin, una perlita…