El fuego de Jeremías

«La Voz de San Justo», domingo 30 de agosto de 2020

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?” (Mt 16, 24-26).

Ya no habla en parábolas. Ahora Jesús es directo, preciso y concreto. Tanto en lo que a él se refiere –“ser condenado a muerte y resucitar al tercer día” (Mt 16, 21)- como lo que supone para los que quieran seguirlo. Todo ello simbolizado en la cruz. Intimidante. Y, sin embargo…

Jeremías según Miguel Ángel

A lo largo de la historia, incluido el presente y el futuro, hombres y mujeres de distinta condición se han sentido irresistiblemente atraídos por esa propuesta de vida. Han sentido dentro de sí, aquel “fuego abrasador” del que nos habla este domingo Jeremías: “me esforzaba por contenerlo, pero no podía” (Jer 20, 9).

Eso es lo que da el encuentro con Cristo: pide todo y da todo. Hay que animarse a perderlo todo, para ganarlo todo. Ese fuego, esa decisión y esa intensidad de amor es lo que vemos en la mujer santa que hoy recordamos: Rosa de Lima. Una mirada frívola y superficial solo ve en ella negación. Quien se anima a ir un poco más adentro, ve en esa joven un corazón sensible, enamorado y compasivo. Es verdad, nos grita la vida de Rosa (y la de tantos otros): el que pierde su vida a causa de Jesús, la gana, la multiplica, le da una belleza inigualable. De ahí ese nombre -Rosa- que, en realidad, es un apodo que acierta más que su nombre de pila: Isabel Flores de Oliva.

PS: ¿Y Simón Pedro? El pasado domingo lo escuchamos decir una verdad enorme. Hoy, dice tonterías. Pero Jesús ya ha comenzado a avivar el fuego de Jeremías en su vida. Solo necesita tiempo: seguir caminando y dejarse quemar por ese fuego que es Jesús. Mientras tanto, no le viene mal ese “Pedro, ubicate”. A él, y también a nosotros.