«La Voz de San Justo», domingo 17 de mayo de 2020

Este lunes se cumplen cien años del nacimiento de Karol Josef Wojtyla, San Juan Pablo II. Muchos nos hemos sumado a la iniciativa que difunde el hashtag: #ThankYouJohnPaul2.
Al menos para mí, resulta imposible no recordar al “Papa venido de lejos” con honda emoción. Pero, sobre todo, con enorme gratitud.
Sí. Estoy agradecido con Dios por su persona, su testimonio, su inmensa humanidad, su pastoreo. Fue el Papa de mi adolescencia, de mis primeros pasos en la vocación, de mi formación sacerdotal y de buena parte de mi vida como cura.
Tenía un verbo difícil de seguir. Pero leí sus documentos con pasión. Poseía una mente fértil, una palabra intrincada pero poderosa, una figura que no dejaba indiferente a nadie.
¡Y su relación con los jóvenes! Fue directo con ellos. Les habló al corazón, mirándolos a los ojos. Les dijo el Evangelio. Los confrontó con Cristo, el redentor del hombre.

Y los jóvenes -los “Papaboys”- lo comprendieron, incluso si no terminaron de aceptar muchas de sus enseñanzas. Los jóvenes se dieron cuenta de que les hablaba alguien que los amaba, los comprendía y les reservaba sus mejores palabras, porque creía en ellos.
Fue conmovedor ver a miles de chicos y chicas acompañándolo en sus horas finales. Juan Pablo los había buscado allí donde ellos estaban. Ahora, cuando le llegaba la hora suprema de la muerte, ellos fueron a acompañarlo. Así es la amistad y la fidelidad del amor.
De todo lo que nos dejó, aquí quisiera recordar sus primeras palabras. Lo pintan de cuerpo entero. Son de su primera homilía como Papa, aquel 22 de octubre de 1978. Resultan tremendamente actuales. Nos hace bien volverlas a escuchar, imaginando su voz, entonces joven y potente.
“¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! ¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera! ¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura. de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce!”
¡Gracias, San Juan Pablo II!
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