Una lección de Benedicto XVI

El 7 de julio de 2007, el Santo Padre Benedicto XVI hacía pública una Carta Apostólica por la que daba nuevas disposiciones sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma del Concilio Vaticano II.

Como era -y sigue siendo- una materia que levanta polémicas, el Papa acompañaba su Carta Apostólica con una Carta dirigida a cada uno de los obispos de la Iglesia, en la que se explayaba con franqueza y amplitud sobre este tema.

En el marco de la polémica actual sobre la suspensión del culto público, me he sentido motivado a releerla. Me ha vuelto a aportar luz y consuelo. En tiempos de polémicas, de juicios rápidos y descalificadores, es de agradecer.

De ella extraigo este párrafo en el que el sabio Pontífice señalaba la necesidad de “llegar a una reconciliación interna en el seno de la Iglesia”. Y, a tal propósito, añadía:  

“Mirando al pasado, a las divisiones que a lo largo de los siglos han desgarrado el Cuerpo de Cristo, se tiene continuamente la impresión de que en momentos críticos en los que la división estaba naciendo, no se ha hecho lo suficiente por parte de los responsables de la Iglesia para conservar o conquistar la reconciliación y la unidad; se tiene la impresión de que las omisiones de la Iglesia han tenido su parte de culpa en el hecho de que estas divisiones hayan podido consolidarse.

Esta mirada al pasado nos impone hoy una obligación: hacer todos los esfuerzos para que a todos aquellos que tienen verdaderamente el deseo de la unidad se les haga posible permanecer en esta unidad o reencontrarla de nuevo. Me viene a la mente una frase de la segunda carta a los Corintios donde Pablo escribe: “Corintios, les hemos hablado con toda franqueza; nuestro corazón se ha abierto de par en par. No está cerrado nuestro corazón para ustedes; los de ustedes sí que lo están para nosotros. Correspóndannos; … ábranse también ustedes” (2 Cor 6,11-13).

Pablo lo dice ciertamente en otro contexto, pero su invitación puede y debe tocarnos a nosotros, justamente en este tema. Abramos generosamente nuestro corazón y dejemos entrar todo a lo que la fe misma ofrece espacio.”

Seamos pacientes y, sobre todo los pastores, no nos dejemos ganar por el espíritu de la discordia.

Hoy es la memoria de Santa Catalina. Con ella recemos por la paz en la Iglesia.