Sí a las Mujeres. Sí a la Vida

«La Voz de San Justo», domingo 8 de marzo de 2020, Día internacional de la Mujer.

Dejemos, por un momento, a Abrahám peregrinando su fe por los polvorientos caminos de Oriente. Hoy, vamos al Santuario de Luján, a la Eucaristía en el Día internacional de la Mujer. Allí, con María, la Iglesia argentina dice: “Sí a las Mujeres. Sí a la Vida».

Es Cuaresma: caminamos hacia la Pascua. Cuando volvamos a cantar el Aleluya, ratificaremos de esa forma el “sí” de Dios a la vida que es la resurrección de Cristo. Un “sí” rotundo y definitivo.

En medio de la noche, cuando la oscuridad de la muerte parecía ser la palabra definitiva, el Padre sopló su Aliento sobre la fría piedra del sepulcro, y pronunció la palabra más bella del idioma divino: “¡Resucita!”. Y el Crucificado se puso de pie, transfigurado para siempre: el Viviente que da vida.

Los dos “síes” que lleva el lema (a las mujeres y a la vida) son un eco de ese “sí” fundamental de Dios al mundo, a la humanidad, a la esperanza.

Los discípulos de Jesús nos sentimos responsables de ese “sí”, de cuidarlo y hacerlo visible en cada circunstancia de la historia. Es para todos, especialmente para los pobres (que somos todos).

“Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros hemos anunciado entre ustedes… no fue «sí» y «no», sino solamente «sí»” (2 Co 1, 19), enseñaba San Pablo.

Jesús es solamente “sí”. Nosotros, en cambio, cargamos demasiados “noes”. Entre ellos, los que, con actitudes, gestos y palabras, han golpeado y siguen golpeando a las mujeres.

Mientras dice “sí a las mujeres”, la Iglesia reconoce que, en su esencia más honda, ella misma es mujer. La mujer-Iglesia se reconoce en la mujer-María, como en cada una de las mujeres de las Escrituras y de las santas que reflejan lo mejor de sí misma.

Al contemplarse así, la misma Iglesia reconoce que queda todavía mucho por caminar en el reconocimiento del genio femenino. Se lo grita el Evangelio de Jesús.

Nadie como él supo tratar a las mujeres que se le acercaron con sus pesares e ilusiones. Las miró a los ojos y las reconoció como sujetos. Ni las usó ni las victimizó. Tampoco las redujo a un colectivo uniforme y monolítico, sino que supo captar la originalidad de cada una… como hizo con cada persona. Las hizo sus amigas, compañeras y discípulas, en igualdad con los discípulos varones. En la mañana de su resurrección, les confió la Buena Noticia de la ternura de Dios que vence la muerte.

Este domingo nos reunimos para cantar el “sí” de Dios a la vida, a cada hombre y mujer de este mundo. Será un gozo. Tiene que ser un fuerte compromiso. No puede quedar solo en palabras.