«La Voz de San Justo», domingo 19 de enero de 2020
Un antiguo escritor cristiano escribía que, mientras Dios modelaba del barro de la tierra al primer hombre, tenía la mirada fija en el modelo de su Hijo, Jesucristo. El hombre ha sido creado por Dios a imagen de Cristo.

Retomando el hilo del domingo pasado: miramos a Jesús para comprender quiénes somos y lo que significa vivir la fe.
Si releemos desde esa perspectiva los primeros tres capítulos del Génesis, comprendemos que la fe es, ante todo, una invitación de Dios a la libertad humana. Nuestra vocación más honda es la comunión y la amistad con Dios, siguiendo a Jesús.
La fe es la respuesta de la persona libre que acepta la amistad de Dios. Esa fue la vocación originaria de los primeros padres. Sigue siendo la nuestra. Las de Adán y Eva, más que figuras históricas que nos hablan de un pasado remoto, son un espejo en el que contemplar lo que cada uno de nosotros está llamado a ser. No surgimos por azar. Somos fruto de la sabiduría amorosa de Dios
Los relatos bíblicos nos hablan también de que esa vocación originaria se ha visto oscurecida por una decisión del hombre que ha rechazado la comunión con Dios. De alguna forma, cada uno de nosotros hace suyo, con decisiones libres, ese rechazo. Sin embargo, la llamada de Dios es más fuerte. Sigue presente.
Mirar las figuras emblemáticas de Adán y Eva nos ayuda a comprender que, por la fe que Dios nos regala, podemos hacer nuestra, de una manera nueva y creativa, esa llamada originaria del Creador y reencontrar el camino de nuestra verdadera humanización. La fe nos hace mejores.
Debe estar conectado para enviar un comentario.