«La Voz de San Justo», domingo 12 de enero e 2020

Vamos a hablar de la fe. Hagámoslo entonces desde el principio. Y el principio de todo lo cristiano es una Persona: Jesús, el Cristo. Si queremos comprender a fondo qué significa y qué implica la fe como respuesta del hombre a Dios que le sale al encuentro, tenemos que mirar a Jesús. La Carta a los Hebreos lo llama: “el iniciador y consumador de nuestra fe” (Heb 12, 2).
Este domingo, concluyendo el tiempo de Navidad, los cristianos celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Este año leemos el relato de San Mateo que, en la escena culminante, dice: “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».” (Mt 3, 16-17).
Si querés saber lo que significa ser un hombre o una mujer de fe tenés que mirar a Jesús, tal como lo presentan los evangelios. En realidad, tal y como nos lo presenta su Padre: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Mt 3, 17).
La Iglesia no hace otra cosa que ponerte a la mano la belleza de su Persona. Te expone al influjo luminoso de su verdad. Y esa verdad hace su obra: conquista el corazón y convence, no por coacción, sino por la luz y belleza que dimanan de su persona de Hijo amado del Padre.
La vida de la fe no es otra cosa que el camino de aprender a vivir como hijos e hijas de Dios, tras las huellas de Jesús. Un camino, en ocasiones sinuoso, en otras, bastante sereno; pero siempre fascinante y humanizador. Vivir como Jesús: como hijos y hermanos. Todo está aquí.
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