
Para calibrar el significado de la decisión papal de levantar el secreto pontificio en las causas de abusos sexuales clericales, a mi modo de ver, hay que tener en cuenta dos factores.
En primer lugar, caer en la cuenta de que los delitos contra la integridad sexual de las personas están poniendo de cabeza todos los sistemas penales, obligando a repensar y reelaborar principios, criterios, normas y procedimientos.
En segundo lugar -y es algo que atañe directamente a la Iglesia-, que la crisis de los abusos sexuales en la Iglesia (el abuso y su encubrimiento) no constituye la suma de hechos aislados (este sacerdote, aquel obispo), sino que revela un sistema eclesial enfermo al que urge sanar desde la raíz. La referencia al “clericalismo” va en esa dirección, aunque corremos el riesgo de enamorarnos de una palabra. Hay que avanzar en una reforma eclesial con sólido sustento teológico, espiritual y pastoral.
Esta decisión del Papa está en la línea de la dirección correcta, pero tendrá que ser acompañada por otras decisiones que la complementen y hagan realmente eficaz.
Debe estar conectado para enviar un comentario.