«La Voz de San Justo», domingo 3 de noviembre de 2019

“Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador»…Y Jesús le dijo (a Zaqueo): «…este hombre es un hijo de Abraham…».” (Lc 19, 7-10).
¿Quién tiene razón? ¿Los que señalan a Zaqueo como “un pecador”? ¿O la razón está de parte de Jesús que lo llama: “hijo de Abrahám”, es decir, un justo? ¿Justo o pecador?
Estamos acostumbrados a los juicios rápidos, fulminantes e inapelables; tanto sobre personas como situaciones. Es lo más fácil. Así nos sacamos rápidamente de encima muchos problemas, sobre todo, los que derivan de tomarse en serio la complejidad de la vida.
Con Zaqueo ocurre lo que con cada uno de nosotros: somos un misterio para nosotros mismos. Lleva razón el profeta Jeremías cuando afirma: “Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede penetrarlo? Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino las entrañas, para dar a cada uno según su conducta, según el fruto de sus acciones.” (Jer 17, 9-10).
Zaqueo es realmente un hombre que ha errado profundamente el camino de la vida (eso quiere decir, entre otras cosas, la palabra “pecado-pecador”). Es muy rico, pero con riquezas mal habidas: las que son fruto de la explotación de los demás y de la corrupción. Es, por eso, odiado por la gente. Y él sabe bien las dos cosas: que es un corrupto y que los demás lo desprecian.
Pero… como su colega del domingo pasado (publicano como él, es decir, un corrupto recaudador de impuestos), algo más se mueve dentro suyo, que no lo deja en paz, lo inquieta y lo hace un buscador.
Aquel, buscaba a Dios desde su conciencia lúcida de pecado. Zaqueo también, solo que ahora se siente irrefrenablemente impulsado a buscar a ese hombre -Jesús de Nazaret- del que ha oído que es realmente especial.
Jesús ve en lo hondo del corazón la verdad más profunda de Zaqueo. Por eso, lo llama como lo llama. Y lo rescata. Para eso está: para buscar lo perdido.
Zaqueo soy yo… Somos cada uno.
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