Carta pastoral

“Todos ustedes son hermanos” (Mt 28,3)

UNA IGLESIA-FAMILIA QUE CAMINA, ORA Y ANUNCIA

Carta pastoral del obispo Sergio O. Buenanueva

4 de octubre de 2019

Fiesta de San Francisco de Asís

A las comunidades y fieles de la Iglesia diocesana de San Francisco.

¡Paz y Bien!

  1. ¿Qué quiere el Señor de nuestra Iglesia diocesana, en este momento y a través de los acontecimientos que estamos viviendo? ¿Qué pasos de conversión nos está pidiendo?
  2. El pasado 31 de mayo, con estas preguntas como encabezado, dirigía sendas cartas a los presbíteros, consejos parroquiales de pastoral y equipos coordinadores de movimientos y asociaciones de la diócesis. Más que por el obispo, los invitaba a dejarnos interrogar por Dios que nos habla a través de lo que vivimos. Él nos habla con esa Palabra viva que es Cristo resucitado. Lo escuchamos cuando ponemos un oído en el Evangelio y el otro en el pueblo, como decía el beato Angelelli.
  3. En realidad, en esos términos u otros parecidos, esas preguntas expresan la búsqueda permanente de una Iglesia diocesana viva. De esa forma, ella se descubre sujeto responsable de la fe y de la misión. Hacen a su identidad profunda: hay Iglesia allí donde se hace espacio a la llamada de Dios y una comunidad, así interpelada, responde como María o el profeta: ¡Aquí estamos, Señor, envíanos!
  4. Los sacerdotes y demás organismos y espacios pastorales han destinado un tiempo generoso para responder. Con el Colegio de Consultores hemos repasado los aportes de los Decanatos. El Consejo Diocesano de Pastoral y el Equipo de Animación han ayudado a revisar todo. El pasado sábado 14 de septiembre, con los dos Consejos de la diócesis (de Pastoral y Presbiteral) dedicamos una mañana de oración, escucha y participación para revisar estos aportes.
  5. Ante todo, doy gracias a Dios por este camino que estamos transitando como diócesis. Una vez más, he sido testigo de la vitalidad y de la pasión evangelizadora de esa rica red de comunidades, vocaciones, carismas y ministerios que es la Iglesia de San Francisco. La fe cristiana está viva entre nosotros. La semilla sembrada por quienes nos han precedido sigue dando fruto. Es don del Dios agricultor, pero también de quienes se sienten llamados a colaborar en su siembra. Les doy gracias a cada uno de ustedes por el empeño y dedicación que han puesto para responder, tomando en serio esta interpelación como una genuina llamada a la conversión.

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  • Por medio de estas líneas quisiera ofrecerles algunas orientaciones pastorales a partir de los aportes que ustedes han hecho. Recogen lo que hemos podido discernir como Iglesia diocesana. Finalmente, les quiero hacer una propuesta para los meses que tenemos por delante. Me permito recordar aquí que, todo genuino discernimiento de la Voluntad de Dios no se hace de una vez y para siempre. Supone una disponibilidad y apertura que hay que renovar cada día. Se trata de escuchar, obedecer y vivir la Palabra de Dios. Esa es la actitud de fondo que les invito a cultivar.

1. La experiencia del encuentro con Jesucristo vivo

  • Aunque no ha aparecido en los aportes, quisiera evocar la imagen de una inestimable gracia que el Señor nos ha regalado este año: los jóvenes de las diócesis de Córdoba reunidos en San Francisco, orando ante el Santísimo Sacramento. Fue a fines de mayo, durante el IIº Encuentro Regional de Jóvenes. Si tenemos que escuchar la voz de Dios a través de lo que vivimos, este acontecimiento es una fuerte palabra suya para nosotros. En esa imagen veo reflejado nuestro desafío pastoral más hondo como Iglesia: ser lugar de encuentro con Jesucristo vivo, experiencia fundante que determina la vida. Iríamos por mal camino si todo este discernimiento tuviera como meta solo una reorganización de estructuras, metodologías o espacios de poder. A los hombres y mujeres de hoy, especialmente a los jóvenes, no les ofrecemos una simple contención, sino a Jesús, su Evangelio y su Espíritu. Eso es la Iglesia: espacio para experimentar al Dios vivo y verdadero. Eso es la Eucaristía: encuentro que conmueve, alegra el corazón y colma de esperanza. Es una experiencia que tiene que ver con nuestras preguntas más profundas y nuestra búsqueda de sentido, con nuestros miedos, inquietudes e ilusiones. No podemos perderlo de vista.

2. Iglesia en camino y en salida

  • Hace poco, en una radio, me preguntaron cómo está la Iglesia de San Francisco. Mi respuesta espontánea fue: “estamos caminando”. Releyendo los aportes de ustedes, esa imagen de una Iglesia “en camino” y “en salida” se me ha hecho más viva y patente. Soy testigo de ello: la misión viene abriéndose paso, sin prisa, pero sin pausa, desde dentro hacia fuera; tímidamente, pero también con una fuerza creciente que, en algunos casos, ya es imparable. Se trata de un don del Espíritu, pero también de una respuesta nuestra a ese regalo. Pastores, consagrados y laicos nos sentimos llamados a la misión, y así lo expresamos. Si es verdad que, por algunas situaciones concretas, hemos sentido una disminución de fuerzas apostólicas, por otro lado, este hecho ha despertado la corresponsabilidad de muchos. Consuela el corazón ver cómo los laicos se sienten llamados a tener una presencia adulta, activa y responsable en la vida y misión de nuestras comunidades cristianas.

3. En camino… no hemos llegado a la meta

  • Iglesia “en camino” quiere decir también que no hemos llegado todavía a la meta; que no podemos responder, a la vez y de forma completa, a todas las preguntas que la realidad nos presenta; que las más de las veces vamos tanteando el camino, como quien aprende a caminar o se interna por un sendero desconocido. Tenemos que aceptar que nuestras respuestas suelen ser parciales, provisorias y necesitadas de continua corrección. Por no mencionar el peso de la concupiscencia y del pecado que hacen más lento el caminar de todos. Esto es así, especialmente cuando nos engañamos creyendo que podemos caminar aislados, sin contar con los demás. No digo esto para desanimarnos, sino para redescubrir que el Buen Pastor resucitado está presente entre nosotros, precisamente para animarnos y levantarnos en este camino. Cuando el Verbo de Dios, por obra del Espíritu Santo, empieza a crecer como hombre en el vientre de María, comienza una experiencia nueva en la historia de la salvación: Dios aprende, paso a paso, a caminar como un ser humano. San Ireneo dice que, de esta manera, Dios hacía que el Espíritu Santo se fuera acostumbrando a estar entre los seres humanos para que, un día, continuara la obra iniciada por Cristo. Dios acompasa el ritmo de su marcha al ritmo más lento y torpe de sus creaturas. Más que llegar a la meta, lo que quiere es hacerse Peregrino y Compañero de camino de sus hijos. En realidad, más que llegar solo -como quien gana una carrera superando a los rezagados- lo que busca es que lleguemos todos, como familia, como hermanos y hermanas.

4. Cada bautizado y cada comunidad: sujeto activo de la fe y la evangelización

  1. El camino pastoral de nuestra diócesis, en las sucesivas versiones del Plan de Pastoral, nos ha ayudado a acrecentar la conciencia de ser, en cuanto Iglesia particular, sujeto activo y responsable de la evangelización. Esta conciencia va echando raíces en cada comunidad cristiana: parroquias, colegios, movimientos, asociaciones, grupos, equipos pastorales. Vuelvo a la imagen de la red: nuestra Iglesia de San Francisco es una red de comunidades que se sienten, cada una en su lugar y ante sus desafíos, como sujetos responsables del anuncio del Evangelio. En los aportes que han realizado se observa una triple insistencia que quiero también subrayar:
  2. La necesidad de seguir creciendo en comunión, participación y corresponsabilidad pastoral, tanto a nivel espiritual como a nivel operativo; la interacción de los diversos consejos diocesanos y parroquiales va creando un “estilo sinodal” de discernimiento y animación de la evangelización.
  3. La urgencia de potenciar el rol activo de los laicos en la misión común de evangelizar y que brota del bautismo y la confirmación.
  4. En este contexto más amplio de Iglesia comunión y pueblo de Dios, el ministerio apostólico del obispo y los presbíteros se ubica como un servicio imprescindible, pero necesitado de purificarse de toda forma de clericalismo.

Ha sido también unánime la positiva valoración de los pasos dados para incorporar, cuando el fruto esté maduro, a diáconos permanentes casados a la vida y misión de nuestra Iglesia. Yo añadiría también la urgencia de potenciar todas las formas de ministerialidad que varones y mujeres bautizados pueden asumir en la vida eclesial, también en la conducción pastoral de una comunidad.

5. El Presbiterio diocesano

  1. En una Iglesia, pueblo de Dios en camino, misionera y en salida, el Presbiterio diocesano (el obispo y todos los presbíteros, diocesanos y religiosos) tiene un rol fundamental. Ante todo, como obispo siento el deber de tener una palabra de reconocimiento, de gratitud y de aliento para nuestros sacerdotes. Cumplen su misión con entrega y generosidad, pero también con gran apertura a lo que la Providencia nos va mostrando a través de los acontecimientos que vivimos. No dejamos de sentirnos interpelados por ellos, en ocasiones, también un poco desconcertados. Nos hace mucho bien encontrarnos, rezar juntos, escuchando la Palabra de Dios y celebrando la Eucaristía con la reconciliación. Pero también el compartir fraterno que suponen momentos gratuitos de encuentro y de convivencia. Como Presbiterio sentimos la imperiosa necesidad de potenciar esos espacios de encuentro fraterno y de discernimiento de nuestra misión. Compartimos el dulce gozo de anunciar el Evangelio. Sentimos también la necesidad de afianzar una pastoral sacerdotal que nos ayude a vivir nuestro ministerio. También los pastores caminamos, aprendemos, nos cansamos y necesitamos ser acompañados y ayudados en nuestro peregrinar. No puedo dejar de decir una palabra sobre las vocaciones sacerdotales. Sé bien que a todos nos preocupan. Solo digo esto: volvamos al Evangelio, contemplemos a Jesús y hagamos como Él. No hay que esperar a que las vocaciones apostólicas vengan. Hay que salir a buscarlas. Es lo que el Señor hizo con Simón y Andrés, Santiago y Juan… También con nosotros.

6. Iglesia pobre para los pobres

  1. Un último punto importante: estamos llamados a ser una Iglesia pobre para los pobres. En nuestros diálogos recientes no ha salido con tanta fuerza esta dimensión fundamental del Evangelio y de la misión de la Iglesia. Como obispo siento el deber de indicar que aquí se juega nuestra fidelidad al Señor. Los rostros de la pobreza entre nosotros son muchos y variados. Algunos reflejan carencias fundamentales como la falta de trabajo, de techo o de educación. No puedo dejar de mencionar el abandono o soledad de los ancianos. Otros, son las nuevas formas de la pobreza, y tienen que ver con la desesperanza que anida en los corazones y toma la forma, por ejemplo, de diversas adicciones o formas autodestructivas de vivir. En nuestras comunidades, a través de Caritas y otras iniciativas, mucho se hace en este campo. Sinceramente creo que tenemos que sentirnos interpelados a vivir más intensamente la opción preferencial por los pobres, también reflejándola en nuestro estilo de vida.

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  1. Hasta aquí lo que ha resonado en mí al repasar sus aportes. Quisiera, a continuación, hacerles una propuesta hacia delante. Para comprender su alcance, me parece oportuno decir que, según lo teníamos programado, al ir concluyendo este año 2019, íbamos a presentar el trienio 2020-2021 como un camino hacia el 1º Sínodo de la Diócesis de San Francisco. En un borrador habíamos caracterizado qué metas proponernos en cada uno de esos años hasta llegar a la celebración propiamente dicha del Sínodo diocesano.
  2. Sin embargo, y en atención al proceso que venimos llevando, me ha parecido oportuno ralentizar nuestro camino. Es verdad que se hace camino al andar, pero, en ocasiones, es aconsejable privilegiar algunas instancias particulares. No es que vamos a frenar nuestro camino. Lo que quisiera proponerles es intensificar algunas dimensiones fundamentales de nuestra vida eclesial a fin de que, cuando llegue el momento oportuno, retomemos este proyecto en los términos programados u otros que nos resulten más oportunos.
  3. Les propongo entonces que, en los próximos meses y durante todo el año 2020, Dios mediante, sea un tiempo especial para acentuar tres formas fundamentales de CERCANÍA en las que se juega nuestra identidad como Iglesia, porque en ellas crece y se arraiga la experiencia de la fe:
  4. Cercanía con Dios a través de una vida de oración más intensa en la escucha de la Palabra, el silencio orante y el arte de celebrar el Misterio de Cristo en la liturgia. La vocación y misión de la Iglesia es ser espacio de adoración en medio del mundo.
  5. Cercanía entre nosotros, priorizando fraternidad bajo la forma de la escucha, el consuelo y el acompañamiento recíproco. En todo este tiempo ha quedado patente el valor que tiene abrir espacios de escuchar real entre quienes, de esa manera, se reconocen hermanos que caminan juntos. Necesitamos crecer en esta calidad de vínculos personales y comunitarios, poniendo nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios.
  6. Cercanía misionera con todos, especialmente los más alejados, que se verifica, de modo especialmente intenso y rico, en la pastoral ordinaria. Es en el encuentro cara a cara con las personas que logramos comunicar con nuestra vida la alegría del Evangelio. Y, llegado el caso, también por medio de palabras.
  7. Esta propuesta que les hago me interpela y compromete a mí, en primer lugar, como su obispo. El ministerio episcopal se juega, sobre todo, en la oración ferviente y el anuncio del Evangelio. De esta triple cercanía que he señalado, la segunda me compromete de manera especial. Estoy llevando a cabo, por este tiempo, una nueva serie de diálogos personales con los sacerdotes de la diócesis. Una vez concluida, y con ayuda del Equipo de Formación permanente, quisiera programar para los meses iniciales del próximo año una nueva ronda de diálogos personales, incluyendo también encuentros del obispo con los sacerdotes por decanato, como también los encuentros generales de Presbiterio. De la misma manera, y con ayuda del Consejo Diocesano de Pastoral, quisiera programar una serie de encuentros con los Consejos Parroquiales de Pastoral y otros espacios pastorales de la diócesis (equipos, movimientos y asociaciones), privilegiando la escucha y el discernimiento de la Voluntad de Dios para nosotros. Para el año 2020 tengo programadas cuatro visitas pastorales. En 2021 concluiré, Dios mediante, la visita a las treinta parroquias de la diócesis. También estas Visitas son un momento privilegiado para la escucha y ese “echar leña al fuego” que es la misión propia del obispo.
  8. Quisiera destacar también el valor fundamental e insustituible de la pastoral ordinaria. Me refiero al día a día de nuestras parroquias y otros espacios pastorales. Allí se vive la misión de forma concreta en el encuentro, cara a cara, persona a persona, con las más diversas realidades. Allí se experimenta una Iglesia que camina y está “en salida” misionera. Allí acontece lo extraordinario de la fe: el mundo se abre a Dios en el gesto cotidiano de cada bautizado, animado por el Espíritu y la caridad de Cristo. Con el impulso del Año Mariano 2018 y el Año Misionero 2019, vamos a iniciar, con el resto de las diócesis argentinas un Año Mariano Nacional. La figura de María -lo sabemos por experiencia- es inspiradora para vivir la fe en lo cotidiano de la vida. María nos enseña a orar, a ser servidores unos de otros, a estar junto al que sufre, a cantar las grandezas del Señor. Ella inspira nuestra pastoral ordinaria.
  9. Somos una Iglesia-familia que camina, ora y anuncia. Es un camino que hacemos como familia, como hermanos y peregrinos, y que transitamos en la acción pastoral de todos los días. Sabemos que el Señor resucitado, como en Emaús, camina con nosotros, nos hace sentir su Presencia y nos consuela el corazón para ser testigos de su Evangelio. María nos precede, con los santos que son nuestros amigos y modelos. A ellos les confiamos el caminar de nuestra Iglesia diocesana. En primer lugar, a San Francisco de Asís en cuya fiesta publico esta Carta. Enamorado de Jesús, se identificó con él de manera insuperable. Así nos lo recuerda su imagen en nuestra catedral. Es además modelo de hermano: cercano, humilde, franco y alegre. Esta herencia franciscana de fraternidad nos interpela a todos. Los invito a convocar también con nuestra oración a los santos y beatos cordobeses: Brochero, Madre Tránsito y Madre Catalina, Angelelli y compañeros mártires. Contamos con ellos para crecer como Iglesia-familia, espacio abierto donde todos puedan experimentar las entrañas de misericordia de nuestro Dios.
+ Sergio O. Buenanueva
Obispo de San Francisco

Con mi afecto y bendición,