Cantado o rezado, el “Santo” es una parte fundamental de la Plegaria eucarística. Se trata de un himno con una letra fija. Se debe cantar, por tanto, como está en el Misal:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en Nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
Esta versión litúrgica recoge tres textos bíblicos. Para la primera parte: Is 6, 3 y Ap 4, 9. Para la segunda parte (“Bendito el que viene…”): Mt 21, 9.
Se lo denomina también: “Trisagio”, castellanización de la palabra griega que quiere decir: “tres veces santo”. Se trata de un himno trinitario de adoración y alabanza. Es común a las liturgias latinas, orientales y también a algunas protestantes. Es un texto ecuménico.
Lamentablemente, entre nosotros se ha vuelto muy usual sustituirlo por cantos que, si bien usan algunas de sus palabras, no respetan el texto bíblico y litúrgico.
Uno de los casos más simpáticos es el que yo llamo con ironía: himno a Zeus, pues solo dice una sola vez “santo”: “Santo es el Señor, mi Dios, digno de alabanza…”.
Algunos de estos cantos son muy hermosos e innegablemente litúrgicos. Se pueden utilizar, pero no en la Plegaria eucarística. Pienso, por ejemplo, en aquel cuya letra empieza así: “Santo, Santo, Santo, Dios y Señor nuestro, canta tu grandeza la hermosa creación…”. Se puede usar como canto procesional de entrada en las fiestas de los santos o en una adoración eucarística.
En fin. No olvidemos el sabio principio: “lex orandi lex credendi”. Creemos como celebramos.
PS: Sigue siendo importante distinguir entre el Dios cristiano, Padre, Hijo y Espíritu Santo y Zeus… u otros dioses.
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