«La Voz de San Justo», domingo 1 de setiembre de 2019
Seguramente no es lo más importante. Sin embargo, hay un detalle en el evangelio de este domingo que me ha llamado la atención. En realidad, me ha arrancado una sonrisa. Aquí el texto: “Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: «Déjale el sitio», y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar…»” (Lc 14, 1.7-9).

El sentido del humor es la capacidad de percibir esos desajustes casi ridículos que solemos protagonizar las personas. Aquí: buscar el primer lugar y tener que sentarse al último, llenos de vergüenza. Jesús posee esa cualidad, y en grado sumo. Es muy interesante releer algunos pasajes evangélicos desde esa perspectiva: la exquisita sensibilidad del Señor y su sutil buen humor. Recordemos, si no, el relato de la viuda pobre, cuya ofrenda fue más valiosa que la de los ricos (cf. Mc 12, 41-44). También aquí, Jesús observa, percibe el desajuste y enseña. Pero, por encima de todo: consuela, mostrando el camino de la salvación y de la vida.
¿Cómo mira Jesús resucitado mis propios desajustes y mis desmesuras, mis gestos y actitudes ridículos? Consuela pensar que, como bien dice el Salmo, Él sabe de qué estamos hechos, que somos poco más que barro. Por eso, nos mira, sonríe ante nuestras solemnes ridiculeces y, así, nos tiende una mano. Y lo hace “desde el último lugar”, rodeado de los más pobres y heridos, pues ese es el sito desde el que observa nuestra vida. Hacia ese sitio nos lleva, porque el que se humilla será ensalzado. En el banquete de la vida no faltará tampoco el bueno humor. Ese que saboreamos cuando nos reunimos con los amigos.
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