¡Gracias Francisco!

Sorpresa. Admiración. Gratitud.

Es lo que ha despertado en mí la hodierna Carta del Papa Francisco a los Presbíteros, en la memoria de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars.

Tres cosas me siguen sorprendiendo de la personalidad espiritual del Santo Padre. Tres cosas que, humildemente creo, serán parte de su herencia a la Iglesia:

1. Su modo tan jesuita de explorar los límites y fronteras humanos, animado por el Espíritu y con el Evangelio en la mirada…

2. Su ardor misionero. Propone lo que vive y encarna: es un obispo «en salida». Y no es cuestión de desplazamiento geográfico. Es una actitud espiritual. Sabemos de dónde viene esa inquietud…

3. Su condición de maestro espiritual. Su Carta es, ante todo, eso: palabras sabias de un hombre que saborea el Espíritu y, por eso, sabe de los entresijos del alma humana que busca a Dios, pero también huye de Él, incluso habiéndolo traicionado y se deja atraer nuevamente por su Amor.

La Carta está dirigida a los Presbíteros, pero la recomiendo también a los demás fieles cristianos. También a los laicos.