«La Voz de San Justo», domingo 5 de agosto de 2018
“…el Señor preguntó a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?». «No lo sé», respondió Caín. «¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?»” (Gn 4,9).
Jesús es la contracara de Caín. Se sabe hermano de todos los Abel. Sabe que no puede desentenderse de la suerte de nadie. Ve a los hombres con los ojos de su Padre. Por eso los considera sus hermanos.
Lleva grabada a fuego la pregunta de Dios a Caín: ¿Dónde está tu hermano? Mientras que Caín busca desembarazarse de ese “otro” que incomoda su autonomía, Jesús sabe que ese “otro” es precisamente el sentido de su libertad. Así vive y, por ese camino, lleva a sus discípulos.
En estas horas, no sabemos, a ciencia cierta, qué resultado tendrá la legalización del aborto en el Senado.
Estos meses han sido intensos. Hemos aprendido muchas cosas. Se nos han abierto los ojos a muchas realidades que parecían no tener espacio en el campo visual de nuestra mirada.
Una amiga colgó en Twitter un artículo con el título: “Una existencia insignificante”. De allí extraigo este párrafo: “Quizás si el feto pudiese sacarse una selfie y publicarla todos los días en las redes sociales creeríamos que existe, que vive y que independiente de su edad es un ser humano capaz incluso de sonreír. Pero como no se muestra nos damos permiso para dudar o interpretar su existencia.”
Se ha dicho que el concebido llega a convertirse en hijo por el deseo de su madre, y que si ésta no lo quiere podría deshacerse de él. Semejante afirmación horroriza, pero si no rozara algo de verdad no podría seducir como lo hace.
¿Cuál es esa verdad que puja por hacerse oír en esa «verdad a medias»? Que nunca podremos existir solos. Que es verdad que no hay fuerza más revolucionaria y disruptiva que la libertad personal, pero que ésta solo es plena cuando reconoce la dignidad del otro, anterior a mí y mis deseos.
El debate por el aborto deja picando esta pregunta, incómoda e imprescindible: “¿Dónde está tu hermano?”. No mira solo al niño por nacer. Nos interpela sobre todos los invisibles que esperan. Como esos seis de cada diez chicos a los que hoy, en nuestra Argentina, se les priva de algún derecho.
Sea como resultare la votación en el Senado, sigue en pie el desafío de recrear la cultura de la vida.
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