¿Qué le pasa al Papa?

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Francisco ha iniciado una nueva serie de catequesis. El tema elegido: la Eucaristía. Breves, sabrosas y provocativas. Como solo él sabe hacerlo.

Lo hacía con estas palabras: “Empezamos hoy una nueva serie de catequesis, que dirigirá la mirada hacia el «corazón» de la Iglesia, es decir la eucaristía. Es fundamental para nosotros cristianos comprender bien el valor y el significado de la Santa Misa, para vivir cada vez más plenamente nuestra relación con Dios” (Catequesis del 8 de noviembre de 2017).

¿La finalidad? La que ya se había propuesto el Concilio que inició su gran obra de reforma de la Iglesia precisamente con la liturgia: formar a los fieles para que participen activamente en la sagrada liturgia. En palabras de Francisco: “crecer en el conocimiento del gran don que Dios nos ha donado en la eucaristía” (ídem).

Hay que leerlas.

No voy a repetir aquí los conceptos fundamentales que el Santo Padre ha desarrollado ya. Hay que leer directamente las catequesis.

Me ha llamado la atención que, dos veces, ha insistido en que la Misa no es un espectáculo o no hay que asistir a ella con la lógica del espectáculo.

Por eso, en las redes, he hecho la preguntar (retórica): ¿Qué le pasa al Papa?

En realidad, creo que es una pregunta que nos tenemos que hacer todos.

El periodista Andrea Tornielli de Vatican Insider ha resaltado que, haciendo así, el Papa ha tomado distancia de dos variaciones que puede tomar una liturgia que busca la forma del espectáculo: la de quienes despojan de sacralidad al rito transformándolo en algo banal y superficial; pero también la de quienes acentúan una sacralidad “arqueologizante”, al decir del Papa Ratzinger, casi de museo y con un esteticismo desenfocado.Aquí el link

Estoy de acuerdo. Cada uno tendrá que ver qué sayo le cabe.

En la catequesis de ayer, el Papa ha ofrecido un muy sugestivo punto de aproximación al señalar que la esencia del sacramento eucarístico es ser “memorial del Misterio Pascual de Cristo, que él llevó a cumplimiento con su pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo, y que nos hace partícipes de su victoria sobre el pecado y la muerte”.

Ha remarcado también que “memorial” es mucho más que un recuerdo del pasado que se evoca con la memoria. Es un real hacer presente el acontecimiento de la entrega pascual del Señor.

Y ha concluido con estas palabras:

“Esto es la Misa: entrar en esta pasión, muerte, resurrección, ascensión de Jesús. Cuando vamos a Misa es como si fuésemos al calvario. Lo mismo. Piensen: si nosotros, en el momento de la Misa vamos al calvario -pensemos con imaginación- y sabemos que aquel hombre es Jesús, ¿nos permitiríamos de parlotear, de sacar fotos, de hacer un poco de espectáculo? ¡No! ¡Porqué es Jesús! Nosotros seguramente estaríamos en silencio, en el llanto y también en la alegría de ser salvados. Cuando entramos en la Iglesia para celebrar la Misa pensemos en esto: estoy entrando al calvario, donde Jesús ha dado su vida por mí. Y así desparecen el espectáculo, el charloteo, los comentarios y todas estas cosas que nos alejan tanto de esta realidad tan bella que es la Misa, el triunfo de Jesús” (Catequesis del 22 de noviembre de 2017 – la traducción es mía).

Personalmente pienso que la pastoral litúrgica tiene todavía mucho por hacer. Su meta es ambiciosa: que los fieles tomen parte en el misterio, con una participación activa y fructuosa.

Lo cual supone una iniciación en el arte de escuchar al Verbo y de abrirse al Santo Espíritu que no se improvisa ni se puede dar por supuesta.

La pastoral litúrgica supone así una espiritualidad litúrgica que todavía se extraña en nuestra vida pastoral.

¿No tendríamos que volver a la rica experiencia espiritual que los Padres de la Iglesia volcaron en aquel concepto de la “sobria embriaguez del Espíritu” como meta de toda acción litúrgica?

Yo lo sigo pensando.