Iglesia y abusos sexuales

el-papa-con-los-miembros-de-la-comisionEsta semana, el Papa Francisco recibió a los miembros de la Comisión Pontificia para la protección de los menores.

Les entregó un importante discurso que vale la pena leer detenidamente (Aquí el link: Protección de Menores).

Sin embargo, en las palabras que improvisó, el Santo Padre hizo algunas afirmaciones verdaderamente de peso. Destaco una que tiene – a mi criterio – dos puntos para destacar.

El Papa señaló que, al inicio de su pontificado, firmó una sentencia con la pena más benévola para un sacerdote abusador. Sin embargo, señaló: no habrá más este tipo de gracias para los sacerdotes culpables. Esta es la traducción de sus palabras:

«Eran dos sentencias, yo estaba al inicio de mi ministerio: un sacerdote de la diócesis de Crema. La sentencia del obispo era buena, prudente, le quitaba todos los ministerios pero no el estado clerical. Yo era nuevo, no terminaba de entender bien estas cosas y, ante las dos sentencias he elegido la más benévola. Dos años después el sacerdote ha recaído. Ha sido la única vez que he hecho esto. No la haré más».

En su argumentación, el Santo Padre ha vuelto a señalar que la pedofilia es una enfermedad. Y de difícil superación. Y ha añadido:

«La conciencia de la Iglesia ha llegado un poco tarde… cuando la conciencia llega tarde, los medios para resolver el problema llegan tarde… Yo son consciente de esta dificultad, pero es la realidad y lo digo así: hemos llegado tarde… Acaso la antigua práctica de trasladar la gente, de no enfrentar el problema, ha adormecido un poco las conciencias».

Los dos puntos que destaco son estos: en primer lugar, el reconocimiento que el Papa hace que, no solo la Iglesia en general, sino él mismo ha tenido que aprender a corregir errores y a cambiar su modo de ver este problema, en la misma medida en que se ha ido involucrando en esta compleja problemática humana. Y, en segundo lugar, que la pena más adecuada, incluso ante un solo delito, es la dimisión del estado clerical del clérigo encontrado culpable.

Se puede discutir en qué medida los sacerdotes abusadores padecen una enfermedad. Personalmente no estoy tan seguro de ello. Creo que hay que tener en cuenta otros factores. No es este el lugar para reflexionar sobre ello.

Sin embargo, estos dos aspectos del discurso de Francisco merecen ser cuidadosamente calibrados. Muestran una actitud que sí comparto plenamente: estamos aprendiendo, también a partir de nuestros yerros y, en ese aprendizaje, comprendemos sobre todo la gravedad del mal y del daño que suponen los abusos en las víctimas. Pero también en los sacerdotes que, en razón de ello, quedan comprometidos en su idoneidad para ejercer el sagrado ministerio.

Seguiremos hablando de estos temas. Necesitamos hacerlo.