
El título merece una explicación.
Un periodista amigo me pidió por Whatsapp que le resumiera en una frase lo vivido en este VIII Encuentro Nacional de Sacerdotes.
Acababa de venir de la casa donde murió el cura. Después de comprar algunas cosas, me quedé un rato en la piecita donde murió. Recé las Vísperas (¡gracias celular!). Me quedé masticando sensaciones, imágenes y vivencias.
La foto del cura yacente y revestido con los ornamentos me atraía poderosamente. Empezaron a pasar rostros, personas, situaciones. Así fue saliendo la plegaria.
Fue al volver que encontré el mensaje con el pedido. Ahí nomás me dí cuenta de que tenía que preguntar al corazón antes que a la cabeza para responder.
En eso estaba, cuando entró un obispo más joven. Le comenté el pedido, pidiéndole ayuda. Me dijo dos cosas que le pusieron palabras a todo lo que llevaba dentro: alegría y ganas renovadas de ser cura.
Así resumo lo vivido.
En la lectura breve de Nona, leímos la enseñanza de Pablo en Gálatas: «El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí. Si vivimos por el Espíritu marchemos tras el Espíritu» (Gal 5,22.23a.25).
Ha pasado el Espíritu, de la mano del Señor Brochero.
El corazón está colmado.
Una vez más, se ha reavivado el don recibido por la imposición de manos.
Volvemos con más ganas de ser curas para nuestro pueblo.
Eso es lo que colma el corazón.
La alegría de Jesús nos ha conquistado de nuevo.
Gracias.
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