¿Hay temas opinables dentro de la Iglesia? ¿Se pueden tener divergencias y expresarlas libremente? ¿No es mejor lavar los ropa sucia en casa?
El 17 de febrero de 1950, el Papa Pío XII pronunció un famoso discurso a un grupo de periodistas católicos.
El tema: la opinión pública. Dedicó dos párrafos finales a hablar de la opinión pública dentro de la Iglesia.
El discurso es altamente recomendable, aunque hay que situarlo en su contexto histórico y eclesial. Cito los párrafos a que hago referencia:
«22. Finalmente, Nos querríamos todavía añadir una palabra referente a la opinión pública en el seno mismo de la Iglesia (naturalmente, en las materias dejadas a la libre discusión). Se extrañarán de esto solamente quienes no conocen a la Iglesia o quienes la conocen mal. Porque la Iglesia, después de todo, es un cuerpo vivo y le faltaría algo a su vida si la opinión pública le faltase; falta cuya censura recaería sobre los pastores y sobre los fieles. Pero también aquí la prensa católica puede hacer un servicio muy útil. A este servicio, sin embargo, más que a cualquier otro, el periodista debe aportar aquel carácter del que Nos hemos hablado, y que está formado por un inalterable respeto y un amor profundo hacia el orden divino, es decir, en el caso presente, hacia la Iglesia tal como ella es, no solamente en los designios eternos, sino tal como vive concretamente aquí abajo en el espacio y en el tiempo, divina, sí, pero formada por miembros y por órganos humanos.
223. Si posee este carácter, el publicista católico sabrá evitar tanto un servilismo mudo corno una crítica descontrolada. Ayudará con una firme claridad a la formación de una opinión católica en la Iglesia, precisamente cuando, como ahora, esta opinión oscila entre los dos polos, igualmente peligrosos, de un espiritualismo ilusorio e irreal y de un realismo derrotista y materializante. Alejada de estos dos extremos, la prensa católica deberá. ejercer entre los fieles su influencia sobre, la opinión pública en la Iglesia. Solamente así se podrán eludir todas las ideas falsas, por exceso o por defecto, sobre la prisión y sobre las posibilidades de la Iglesia en el dominio temporal y, en nuestros días, sobre todo en la cuestión social y el problema de la paz.»