ATENCIÓN: El texto no coincide exactamente con lo dicho en el vídeo
25 de mayo, día de la patria.
Han pasado ya 207 años de aquel primer 25 de mayo.
Y, sí. La historia no se detiene.
Seguimos caminando.
La historia no vuelve para atrás.
Siempre se camina hacia delante.
Esto no quiere decir que lo que está por delante sea siempre mejor.
Eso depende de muchos factores.
Algunos – muchos – no los manejamos. Otros sí. Dependen de nosotros. Somos nosotros.
El ser humano es el gran “factor” de la historia.
Esto es decisivo: somos libres y nuestra libertad nos permite hacer la historia.
Los grandes valores – la verdad, la justicia, la honestidad, la solidaridad – nunca están conquistados del todo.
Cada generación tiene que hacerlos propios. Los tiene que elegir de nuevo.
Esa es nuestra responsabilidad.
Los que creemos en Cristo, Señor de la historia, tenemos la certeza de que Él no nos dejará huérfanos.
Contaremos siempre con la fuerza de su Espíritu para ser fieles a Dios, a su proyecto de humanizar realmente al hombre y a su historia.
La fe, con la esperanza y la fortaleza que de ella provienen, posee una inestimable energía para trabajar “desinteresadamente” por el bien común y con la actitud de servicio de Cristo.
Especialmente sensibles a nuestros hermanos más pobres y vulnerables.
¿Lo estamos haciendo?
Yo creo que – como todo lo humano, siempre frágil y volátil – sí hay decisiones colectivas en la buena dirección.
Hemos dicho “nunca más” a la violación de la vida humana.
Es fruto de muchos desencuentros y demasiado dolor.
Ha sido la decisión de poner en el centro de nuestra vida ciudadana a la dignidad de la persona y sus derechos.
Es cierto, nos falta una similar decisión por los deberes que son siempre correlativos a los derechos.
También que hemos de rechazar más decididamente la violencia – toda forma de violencia – como medio legítimo de buscar fines políticos.
Eso sí: nos ha sorprendido la legitimación de la violencia por parte de un sector minoritario, pero muy activo de la vida social. Esperamos que la mayoría de los argentinos no vea así las cosas.
No obstante todo, vamos caminando.
Me animo a señalar – soy muy osado en hacerlo – dos sueños que me parece que están al alcance de la mano. ¿Me equivoco?
Un “nunca más” a la corrupción.
Lo vemos en países hermanos.
Lo extrañamos entre nosotros.
Esperamos verlo en quienes son nuestros dirigentes.
Nos gustaría una acción más vigorosa de la justicia argentina en esta dirección.
Lo segundo: ¿y si pasadas las elecciones de octubre favorecemos un gran pacto de convivencia con cuatro o cinco puntos fuertes que nos marquen el camino hacia delante?
Yo hasta me animo a desear que nadie saque tal caudal de votos que vuelva a soñar con hegemonías asfixiantes.
Soñar un gran pacto de convivencia entre los ciudadanos y nuestros legítimos sectores.
Recrear fraternidad en Argentina.
Soñar no cuesta nada.
Feliz día de la Patria para todos.