“La Voz de San Justo”, domingo 30 de abril de 2017
“Tiene que mejorar. La manera en que nos tratamos y nos cuidamos unos a otros. Debe mejorar, de alguna forma”.
Estas palabras las pronuncia Clay Jenssen, uno los protagonistas principales de la serie “Por trece razones”. Las dice en el capítulo final, cuando la trama de la historia ha llegado ya a su punto culminante.
La serie ha recibido tantas críticas como elogios. Aborda un tema delicado como pocos: el acoso y maltrato entre adolescentes que desemboca en una serie de dolorosos acontecimientos.
Al verla, dos cosas me impactaron profundamente, de los muchos temas que plantea. Dos puntos que, bien mirados, son como las dos caras de la misma moneda: por una parte, la dificultad de sus jóvenes protagonistas de hacer contacto con su propio mundo interior; y, por la otra, el no poder decir a los adultos (padres, consejeros, docentes) lo que están viviendo, con la incapacidad de estos para ayudarlos a dar ese paso.
En realidad, debo decir que, este último punto me tocó de lleno, dejándome realmente inquieto: es la dificultad que yo, como adulto, experimento en varias ocasiones.
De ahí que las palabras de Clay, dirigidas precisamente a uno de esos adultos, fueran como una poderosa luz de esperanza. ¡De eso se trata precisamente! De reencontrar la capacidad de tratarnos mejor como seres humanos.
Necesitamos personas que sepan tratar bien. Que sepan escuchar. Solo eso.
Una mirada amable y unos oídos dispuestos a dejar entrar la vida del otro en el propio corazón. Para muchos, encontrar personas así es lo que hace la diferencia.
Es todo lo que se necesita “para pasar otro día”, como dice uno de los temas de la poderosa banda de sonido de la serie.
Saber que tengo futuro, que hay “otro día”, que esa posibilidad no se ha cerrado definitivamente para mí. A esa experiencia humana se le da el bellísimo nombre de “esperanza”.
Celebrando la resurrección de Jesús, los cristianos experimentamos precisamente eso: que Dios ha abierto para toda la humanidad el día sin fin de la vida.
¡Tenemos esperanza!
Más que nunca tenemos que aprender a comunicarlo.
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