Cuando oren, digan: «Padre…»

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«La Voz de San Justo», domingo 22 de enero de 2017

La figura de Jesús que emerge de los relatos evangélicos es la de un hombre auténtico, genuino y transparente. Alguien que ha vivido su humanidad a fondo. Es bueno constatarlo hoy, cuando en muchos de nosotros se deja sentir una sed, precisamente, de autenticidad.

Algunos capítulos de la serie británica “Black Mirror” lo muestran con crudeza: el mundo digital puede transformar las redes en una trampa mortal. Lo más profundo del ser humano -su capacidad de vincularse con otros- puede quedar desfigurado hasta convertirse en una caricatura, cuando la búsqueda desesperada de aprobación (el famoso “Me gusta”) echa mano al fingimiento que mendiga la aprobación del otro.

Tenemos hambre de vínculos reales y significativos para dar con la talla genuina de nuestra condición humana. Para ser realmente humanos. Experimentamos una sensación difusa de hartazgo por formas asfixiantes de relación. Donde debería haber una palabra franca, directa y luminosa, persiste el gesto artificial y la sonrisa forzada. Buena parte de la violencia que hoy enferma nuestra sociedad abreva aquí.

Es anhelo de la autenticidad que percibimos en el Jesús de los evangelios: un hombre de una sola pieza, diáfano como un rayo de luz. Una persona confiable, sin segundas intenciones, estrategias infantiles de seducción o abuso de poder sobre los demás. Y estar con alguien así, sana y reconcilia.

Serán especialmente los más vulnerables los que experimenten esta potencia sanante de Jesús. Brota de lo más íntimo de su persona, sin necesidad de poses teatrales. Basta el simple contacto, una mirada o, sobre todo, una palabra buena, como todas las que salen de sus labios.

¿El secreto de esa fuerza? Lo que se esconde en esa palabra, tan entrañable como sagrada, que él mismo pone en nuestros labios, cuando nos enseña a rezar: “Cuando ustedes oren, digan: ‘Padre’…”.

En esa palabra sagrada está el secreto de la autenticidad de Jesús. Ella es la llave para entrar en el misterio de su persona de Hijo de Dios hecho hombre. Es la fuente de su transparencia, de su franqueza y de su capacidad de dar vida a todo aquel que se acerca a él, buscando precisamente eso: vivir en plenitud. Lo será especialmente en la hora suprema de la pasión.

Para Jesús, el secreto de su autenticidad radica en su inmediato estar en el Padre y, desde Él, ser, vivir y entregarse. Por eso, en medio de la actividad más exigente, busca espacios para ese encuentro vivificante: “Pasó toda la noche en oración con Dios”, nos cuenta Lucas (cf. Lc 6,12).

Y él lo comparte con los suyos. También con nosotros. Así empieza la oración más cristiana: el Padrenuestro. A esta palabra santa (“Abba-Padre”) volveremos el próximo domingo.