Recordemos con cariño y esperanza a nuestros difuntos

110216_1143_Recordemosc1.jpgUna vez más, este 2 de noviembre hacemos memoria de los fieles difuntos.

¿Qué es lo más importante para decir hoy?

Sencillamente, que Cristo resucitó.

Él, con su muerte, ha vencido a la muerte, y con su resurrección nos ha dado vida nueva.

Hacemos memoria de nuestros difuntos, con esta fe en el corazón.

Pero también, con esta fe esperanzada en los labios.

Porque necesitamos decírnoslo, una y otra vez, y proclamarlo con valentía a un mundo y una cultura dominante que, haciendo culto del escepticismo, descree de poder dejarse poseer por la verdad y languidece en su capacidad de amar y de sorprenderse frente a la vida.

Y, así, tenemos muertos en vida, de los que los «zombies» que hoy fascinan a tantos son como la expresión decadente de ese horror.

Nosotros, en cambio, creemos en la resurrección porque Cristo resucitó y porque los muertos van a resucitar con Él.

¡Nuestros muertos -así lo esperamos- viven en Cristo! Han concluido el curso mortal de sus vidas, y nos esperan para gozar con ellos de la plenitud de la vida en la resurrección.

Sabemos que la última palabra sobre la vida humana no la tiene el mal ni el pecado, ni la nada o el vacío.

La última palabra es la vida.

Es un imperativo: ¡Vive!

Y esa palabra la pronuncia el Dios amigo de la vida.

Esa palabra es el mismo, cuyo Rostro nos espera y nos atrae.

Recemos entonces una vez más: «Que nuestros fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén».