Difuntos, sepultura y cenizas

funeral-juan-pablo-ii_tinima20130211_0355_3 La Santa Sede ha dado a conocer una Instrucción para orientar a los obispos en la acción pastoral de acompañamiento cuando muere un bautizado.

El documento no pretende hacer aclaraciones doctrinales, sino orientar la pastoral.

Nos recuerda, eso sí, algunas verdades fundamentales de nuestra fe: Cristo venció la muerte, esperamos la resurrección, tenemos que prepararnos para morir «en Cristo» y -muy importante- la dignidad del cuerpo humano, honrado en las exequias.

Ante tanto espiritualismo en el ambiente, es muy oportuno recordarlo.

Pensemos, por ejemplo, en algunas teorías de género que reducen el cuerpo a un elemento maleable porque separado de la persona.

Para la fe cristiana, el ser humano es «uno en cuerpo y alma».

El cuerpo es importante.

¿Qué disposiciones nos ofrece esta Instrucción?

  1. La Iglesia sigue prefiriendo y alentando la sepultura de sus hijos.
  2. La incineración no contradice la fe, salvo que se la elija como expresión de un rechazo de Jesucristo (algo muy raro, por otra parte).
  3. Si alguien elige la incineración por rechazo a la fe, es lógico que no se le puedan hacer exequias cristianas (siempre se respeta la conciencia de la persona).
  4. Las cenizas de nuestros seres queridos deben ser guardadas en un lugar apto para el recuerdo agradecido y la oración (cementerio, cinerarios en iglesias u otros lugares).
  5. Dos prohibiciones, aunque no taxativas: esparcir las cenizas (aire, tierra o agua); y guardar las cenizas en la propia casa, repartirlas entre varios o -algo extravagante- colocarlas en joyas o cosas similares.

Lo de no esparcir las cenizas es comprensible, habida cuenta del auge, en algunos ambientes, de posturas panteístas (Dios se confunde con la naturaleza); naturalistas (la naturaleza tiene carácter divino); nihilistas (no hay nada antes o después de la muerte). Lo de no guardar las cenizas en casa, por el riesgo de olvido o falta de respeto.

Lo fundamental: Cristo, la resurrección y la dignidad del cuerpo.

Las normas son relativas a estas verdades, a las que buscan expresar y custodiar.

Lo importante: que se nos recuerdo a los cristianos que vamos a morir y que tenemos que prepararnos serenamente para afrontar ese paso definitivo.

Con la muerte la vida no se termina -reza la liturgia de difuntos- sino que se transforma.