Santo Cura Brochero: mirar a los demás desde Jesús

«Iluminada por la mirada de Jesucristo, (la Iglesia) «mira con amor a quienes participan en su vida de modo incompleto, reconociendo que la gracia de Dios también obra en sus vidas, dándoles la valentía para hacer el bien, para hacerse cargo con amor el uno del otro y estar al servicio de la comunidad en la que viven y trabajan»» (Amoris Laetitia 291).

Estoy partiendo para Roma. Dios mediante, voy a participar junto a otros católicos peregrinos, de la canonización de Brochero.

¿Con qué sentimientos me dispongo a esta peregrinación de fe?

No es fácil sintetizarlos, pues son muchos. Hay, sobre todo, una inmensa gratitud por el don de este cura cordobés, santo en su entrañable humanidad transfigurada por el Espíritu. También hay deseo de Evangelio vivido, para mí, para la Iglesia diocesana que me toca pastorear, para sus curas y comunidades. De ahí nacen muchas súplicas y gracias que trataré de poner en el altar, ante Dios, por manos del Cura. Hay un fuerte sentido de inadecuación y -así lo creo- un saludable espíritu penitencial: ¡qué distancia entre mi vida, la vida de Brochero y el Evangelio!

De todos modos, hay una gracia que quisiera pedir para toda la Iglesia y, de manera particular, para los que somos sus pastores: la mirada de Brochero sobre la vida de los demás.

Leo y releo la reciente Exhortación Amoris Laetitia de Francisco. La cita que encabeza estas líneas está tomada del inicio del capítulo VIII, en el que el Santo Padre nos ofrece unas luminosas y muy evangélicas orientaciones para acompañar, discernir e integrar tantas situaciones de fragilidad que se viven en torno al matrimonio y la familia. Vale para toda situación humana de fragilidad.

Los ojos de la Iglesia madre, de sus pastores y evangelizadores: iluminados por la mirada de Jesucristo. Esa es la perspectiva adecuada para enfocar bien lo que pasa en la vida de las personas. Tener, no solo los sentimientos y las actitudes del Buen Pastor, sino también su misma perspectiva para ver como Él ve y lo que Él ve.

Este fin de semana, la liturgia de la Iglesia nos ofrece el relato de la curación de los diez leprosos, de los que solo uno pudo completar el camino de la fe: con gratitud a Dios en el corazón, glorificando y alabando, se postró ante Jesús (cf. Lc 17,11-19).

¿Qué vio Jesús en ellos? Diez hijos de su Padre, dolorosamente descartados y deshumanizados, que, desde el fondo de su alma, solo pedían piedad y misericordia. ¡Es suficiente! Como el mismo San Lucas nos dirá de Zaqueo o del buen ladrón. Eso basta para que la misericordia busque el camino, se haga presente en la vida de esas personas y les dé salud y salvación.

Es cierto, uno solo volvió. Jesús no dejó de dolerse por la ingratitud de los demás. No se lo reprochó. Concentró su mirada en ese hermano recuperado.

Brochero vivió así: buscando incansablemente a cada uno, para que volviera sano y salvado a la casa del Padre. No hubo en él cálculo, estrategia política o ensimismamiento burgués.

Su mirada, iluminada por Jesús, supo ver bien.

Es la gracia que pediré al Señor por medio del Santo Cura Brochero.