El Evangelio en un Tuit

Escribir un Tuit es una aventura fascinante. Un verdadero desafío.

Mucho más para los que tenemos una mentalidad y una lógica discursiva y, por eso mismo, somos un poco «largueros».

Pero, precisamente, obligarse a decir en ciento cuarenta caracteres algo con sentido es un desafío que estimula la creatividad.

Obliga a pensar cada palabra y también el conjunto de la frase. Obviamente, no siempre se logra. Pero eso también es bueno. Ensayo y error, o sea: aprender.

Para un cristiano es la posibilidad de decir, en ciento cuarenta caracteres, el anuncio fundamental de la fe que, incluso, no necesita tanto espacio para ser formulado. Ensayemos un poco:

Dios te ama con amor incondicional.

Cristo murió y resucitó para salvarnos.

Donde está el Espíritu de Cristo está la libertad.

Dios es amor.

Para mí, la vida es Cristo y la muerte una ganancia.

Cristo me amó y se entregó por mí.

Esta es la vida verdadera: conocer a Dios y a su Enviado.

Señor, ¿a quién voy a ir? Solo vos tenés palabras de vida eterna.

Solo Dios basta.

Podríamos seguir.

Pienso, por ejemplo, en las bienaventuranzas. Cada una de ellas es un Tuit de Jesús de Nazaret, formulado hace dos mil años como si se hubieran pensado para nuestro hoy virtual.

Claro, de por medio, el Espíritu que inspira y mantiene la novedad de cada palabra que ha salido de la boca del Señor.

¿Qué tal si cada uno de nosotros piensa, escribe y envía un Tuit kerygmático, lo deja andando por el espacio virtual?

Como las semillas del Sembrado, ya encontrará alguna buena tierra para producir el fruto que Dios ha soñado.

Chau.

En breve, una reflexión parecida sobre el poder de Instagram, la red que más me gusta…