Todo por Jesús – Pere 2016

P1040257Homilía del obispo Sergio en la Eucaristía de la 27 Peregrinación Juvenil al Santuario de la «Virgencita» (Villa Concepción el Tío – 4 de setiembre de 2015)

Queridos chicos (y no tan chicos también):

Quedémonos rumiando estas palabras fuertes de Jesús, que nos inquietan tanto como caldean nuestros corazones:

“Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,26-27).

“De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,33).

Querido amigo:

Lo único que me sale decirte ahora es esto: si no estás dispuesto a dejarlo todo, a renunciar a todo por Jesús es que todavía no te has dado cuenta quién es realmente Él.

Si, mirando a Jesucristo con los ojos del corazón, no sentís que, en comparación con Él, todo lo demás, incluso lo más bello y valioso (las personas que más querés, no las cosas), pierde sentido y valor, volviéndose insípido y poca cosa, es que no has sido verdaderamente alcanzado por CRISTO.

No sabés realmente de Él. Tenés de Él solo un conocimiento lejano y superficial.

Ahora bien, cuando lo contrario comienza a pasar; es decir, cuando no podés prescindir de su Rostro, de su cruz, de su Palabra y de su Eucaristía; cuando te sorprendés haciendo cosas raras por Él, por una palabra suya que te quema por dentro: por ejemplo, rezando solo un rato largo, perdonando, devolviendo bien por mal, compartiendo y sirviendo a un necesitado, posponiendo un deseo o una gratificación; o quedándote calladito, cuando antes, ante una situación similar te hubieran oído del otro lado del mundo…

Podría añadir más, pero me detengo. Si cosas así te empiezan a pasar, aceptá mis condolencias: te has contagiado del virus más mortal. Te has contagiado de Jesús.

No hay antivirus para ésto. Porque este virus no mata sino que potencia lo mejor que tenés. Te da vida y unas ganas y un gusto de vivir increíbles.

Cuando Cristo comienza a volverse real en tu vida; cuando su belleza comienza a conquistarte el alma; cuando su verdad comienza a convencerte y a vencer todas tus resistencias; cuando Jesús crece en vos como Amigo, Señor, Hermano y Salvador, empezás a ver todo lo demás con ojos nuevos, más iluminados y agudos.

Cristo te hace ver la realidad de las cosas, te da libertad y te colma de felicidad.

Te hace amar a los que amás, y también a los que jamás hubieras soñado querer, con un amor fuerte como el suyo.

Amás la vida como la ama Dios que creó todo de la nada y venció la muerte, resucitando a Jesús.

Otros te pueden divertir. Solo Jesús te hace feliz, porque te contagia la felicidad de Dios que es su misericordia, su compasión y su amor.

Lo vivió María.

Hemos venido caminando, invocándola como «Madre de Misericordia».

Ella lo dejó todo. Puso en riesgo su vida joven, junto con José, y se dejó conquistar por la misericordia y la ternura de Dios. Y eso la transfiguró completamente.

María solo sabe de misericordia.

Lo vivió así también Santa Teresa de Calcuta, hoy canonizada por el Papa Francisco. También el Beato José Gabriel, nuestro querido Cura Brochero, derrochando compasión en Traslasierra, en Córdoba y más allá también.

Ambos -Teresa y José Gabriel- supieron muy pronto en sus vidas quién era y cuánto valía Jesús.

Lo dejaron todo y lo siguieron.

Les pedimos a ellos -a María, a Teresa y a José Gabriel- que nos ayuden a nosotros a descubrirlo en nuestras vidas.

Amén