Es una linda costumbre recomendada también por la Iglesia la de colocar un ramo bendecido este día en algún lugar visible de nuestra casa, junto a un crucifijo o alguna otra imagen sagrada.
¿Qué significa? ¿De qué nos habla ese signo visible?
La liturgia del Domingo de Ramos oscila entre dos extremos: por una parte, la alegría de reconocer a Jesús como Mesías y Rey, Dios hecho hombre; pero, por otra, la lectura de la Pasión nos dice que Jesús es Rey en la humillación, el despojo y la entrega de la vida.
Pero, esta tensión entre la alegría y la pasión, nos dice también otra cosa: todavía no es evidente el reinado de Cristo en este mundo nuestro en el que tantas veces reinan más bien el odio que el amor, la injusticia que la dignidad humana, la violencia irracional -física, moral y psicológica- más que la amistad y la convivencia entre hermanos.
Su reinado es real, pero crece en el silencio. Como un poco de levadura en la masa, como una semilla que ha caído en tierra y está germinando.
Comprendemos bien a tantas personas que se dejan vencer por que no ven, en su vida y en la de sus seres queridos, el triunfo de la verdad y del bien. Incluso a aquellos que se dejan llevar por el egoísmo y, paso a paso, se dejan enredar por tantas formas de corrupción.
Tal vez, nosotros mismos, ante tanta mentira y miseria, propia y ajena, nos estemos sintiendo así.
Cuando visitó un barrio de Nápoles muy herido por la mafia, el Papa Francisco tuvo unas palabras fuertes respondiendo a la inquietud de un magistrado italiano. Decía:
El juez dijo una palabra que yo quisiera retomar, una palabra que hoy se usa mucho, el juez dijo «corrupción». Pero, díganme, si cerramos la puerta a los inmigrantes, si quitamos el trabajo y la dignidad a la gente, ¿cómo se llama esto? Se llama corrupción y todos nosotros tenemos la posibilidad de ser corruptos, ninguno de nosotros puede decir: «yo nunca seré corrupto». ¡No! Es una tentación, es un deslizarse hacia los negocios fáciles, hacia la delincuencia, hacia los delitos, hacia la explotación de las personas. ¡Cuánta corrupción hay en el mundo! Es una palabra fea, si pensamos un poco en ello. Porque algo corrupto es algo sucio. Si encontramos un animal muerto que se está echando a perder, que se ve «corrompido», es horrible y apesta. ¡La corrupción apesta! La sociedad corrupta apesta. Un cristiano que deja entrar dentro de sí la corrupción no es cristiano, apesta.
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Hermanos y hermanas cristianos:
¡Llevemos la ramita de olivo bendito este día y coloquémosla en un lugar bien visible de nuestra casa!
Cada tanto, mirémosla, para recordar a Cristo rey, humilde y paciente, que entrega la vida, traicionado e injustamente juzgado y condenado.
Ella nos recuerda el amor humilde del Señor que vence toda forma de mal, de odio y de perversidad.
Ella nos aliente a levantarnos, una y otra vez, todas las veces que sea necesario, para retomar el camino de la virtud, de la justicia y del bien.
¡Cristo reina! No como lo hacen los señores de este mundo que acumulan poder juntando plata, prebendas, influencias y armas.
Cristo reina entregando la vida, viviendo pobremente y con alegría, estando del lado de los más pobres; haciéndose uno con los humildes y excluidos, confiado y sereno en la Providencia de su Padre.
Ese es el camino de Jesús que, una vez más, vamos a transitar en la Semana Santa que hoy iniciamos.
Les deseo -y lo pido también para mí- que vivamos una Semana Santa a fondo, de la mano de Jesús, el humilde Cordero que limpia toda corrupción con la fuerza de su amor humilde y paciente, con la fuerza purificadora de su misericordia.
Así sea.
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